Cuando durante los
        meses de julio y agosto, al abrigo de las oficinas de la comandancia en jefe del
        ejército, en el Ministerio de Defensa de Santiago, los generales y almirantes fascistas
        se reunían para planificar los detalles de las acciones bélicas que desatarían sobre el indefenso pueblo de Chile en el momento que se
        decidieran a derrocar el regimen constitucional de Salvador Allende, y reemplazar la
        democracia burguesa por el fascismo, también se preocuparon de preparar una
        justificación.  
        A fines de julio, en una reunión en
        Valparaíso, en la Escuela dc Infantería
        de Marina, cuyo comandante era el vicealmirante Sergio Huidrobo, el vicealmirante José
        Toribio Merino, jefe de la Primera Zona
        Naval con asiento en Valparaíso, planteó la tesis de que públicamente, nuestra
        acción debe conocerse coma la de un golpe blanco contra un golpe rojo".  
        El mismo vicealmirante Merino era quien había planteado su acuerdo con los asesores militares del Pentágono, en el
        sentido que la acción punitiva" militar deberia ser "rápida, drástica y fulminate", argumentando que, segú él pensaba por los
        informes de la Inteligencia Naval, bastaba con que en las
        primeras 24 horas de la acción demos de baja a tres mil activistas marxistas,
        apresemos a otros tres mil y expulsemos del país a unos tres mil dirigentes politicos.  Esta síntesis del plan de acción militar
        contra el régimen constitucional, esgrimida por Merino, fue conocida después por los altos mandos conspiradores como "la teoría de los tres tercios".  
         
        Bueno, para  justificar ese plan de los tres tercios (que en realidad se transformó en el
        asesinato de más de 15,000
        patriotas en las primeras semanas del golpe, en el apresamiento de más de cien mil civiles y en el exilio de
        casi doce mil chilenos, en los primeros días después del golpe militar), se acordó la
        invención de un golpe rojo. Es decir, se dió como tarea a los servicios de inteligencia de la marina y del ejército
        la confección de documentos y de circulares,  para ser
        atribuídas a la Unidad Popular, que probaran la existencia de un plan para un
        autogolpe, impulsado por Salvador
        Allende y sus partidarios.  |